La piscina alegre no es terapéutica, diva, ni demasiado consciente y ni falta que le hace. Ella sola justifica el verano.
¡Feliz vuelta de vacaciones! Las navidades ya quedaron en el recuerdo y tenemos nuestras miras en la llegada del buen tiempo y, con ello, nuestras alegres piscinas. Por este motivo, queríamos hacer una entrada de blog especial basada en un articulo de El País que nos ha encantado y que define a la perfección que es lo que nos provoca la llegada de la temporada de baño.
Este artículo de Anabel Vázquez titulado «La piscina alegre: hasta Bette Davis sonreía al borde de una piscina» nos habla sobre la felicidad que nos provocan las piscinas y su fetichización.
Anabel nos transmite algo tan real como cierto: «Todo el mundo sonríe al borde de una piscina. Muchas personas, incluso, ríen. Nada de eso se puede decir frente al mar, tan ingobernable, tan violento. Un paseo por su orilla invita a la reflexión: “¿Cómo será este invierno?” o “Me arrepiento de mi divorcio”. En cambio, junto a una piscina no hay ni pasado ni futuro: todo es presente. Solo hay que agudizar el oído cuando pasamos en verano cerca de una de esas que salpican el Mediterráneo: se oyen risas, jolgorio. Junto al mar solo se oye al mar». Todos hemos pasado por al lado de una piscina y hemos escuchado esos gritos de diversión, bombas acuáticas, risas y diversión. En nuestro subconsciente está esa sensación de alegría y pasarlo bien.
Es cierto, que la piscina está siendo fetichizada como nunca antes y debe ser porque es jubilosa y fácil y los tiempos no lo son. Pero… ¿para qué fueron construidas las piscinas? Anabel nos lo explica perfectamente en su artículo: «Una piscina es una construcción concebida para generar bienestar. Es un invento de las sociedades desarrolladas que lanza un mensaje fácil de comprender: “Estoy aquí para hacerte feliz”; eso es así en Oaxaca y en Benidorm. Esta seguridad en sí misma la hace fuerte y ha permitido que se consolide como arquitectura de felicidad. Alain de Bottom se pregunta en el libro al que robamos la expresión si los edificios pueden hacer a las personas felices o desgraciadas. Cualquiera que haya visto The White Lotus, la serie de HBO, conoce la respuesta. La piscina del resort está en las antípodas de una piscina alegre. En torno a ella hay silencio, tensión y pensamientos turbios. Esta serie de piscinas la cerramos con piscinas que no son como las de The White Lotus.«
Sin dudarlo, nosotros nos unimos a este homenaje que realiza El País a las piscinas alegres, esas que concentran saltos a lo bomba (cada vez más prohibidos), niños dando brazadas ante sus abuelos, risas tontas, aunque la risa nunca lo es, y mucha ligereza. La piscina es un territorio de ingravidez, en el que todo pesa menos. Esta es también una defensa de la piscina multitudinaria, esa que reúne a muchas personas queriendo pasar un buen rato, a muchos cuerpos arañando rayos de sol, persiguiendo el descanso y el olvido.
Aquí podemos ver una fotografía de Robert Capa, donde podemos observar a la perfección esa definición de «piscina alegre» a la que homenajea El País. «Aquel día de posguerra de 1948, en la piscina del Hotel Gellért había mucha gente queriendo sacudirse la guerra; él sacó la cámara y nos dejó una serie de fotos que nos confirman que las personas hemos cambiado poco. La energía que se concentra en torno a una piscina pública o municipal es potente: ahí hay seducción, calor, músculos, ocio, cotilleo. Solo hay que pasarse cualquier fin de semana por la Piscina de la Complutense de Madrid, esa piscina pública-no pública a la que no pueden entrar niños» ( Anabel Vázquez , 2021)
Y es que, estamos muy de acuerdo con lo que se dice en este artículo y, reafirmamos, que toda piscina con niños es una piscina alegre. No debe importarnos que salten o jueguen a Marco Polo; quizás a muchos nos molesta porque nos recuerdan que nosotros no lo hacemos. Nos queda claro, que las piscinas son una máquina de generar buenos recuerdos y… ¿Qué sería de nuestras vacaciones sin piscinas?. Qué es si no la vida.
Lo que si es cierto, es que nuestras piscinas se van convirtiendo en obras de ingeniería realizadas para sacar una foto y publicarla en nuestro Instagram, obras que se alejan de ese concepto de piscina rectangular con bordes marcados y se acercan a esas piscinas infinitas en las que no se aprecia el final, pero lo que no sabemos es que la piscina alegre es finita. Anabel Vázquez nos lo define a la perfección es su artículo «La piscina feliz tiene límites, no quiere competir con la naturaleza. No sabemos dónde empieza y termina una piscina infinita y eso altera y hace trabajar a la cabeza y la alegría es descansada. Las piscinas de Hanging Gardens of Bali o la de Isabel Goldsmith en su resort de Las Alamandas son inolvidables, pero no joviales. Una piscina infinita quizás sea más fotogénica que una rectangular, pero la felicidad no siempre lo es porque es arrebatada y despeinada como la imagen de Audrey Hepburn agarrada a un bordillo con el pelo revuelto sacando la lengua. No apetece sacar la lengua en una piscina infinita.»
En ocasiones, esa piscina alegre simplemente es una puesta en escena como nos cuenta Anabel Vázquez, donde la alegría en ocasiones puede ser forzada: «Marilyn Monroe fue fotografiada numerosas veces en una piscina. La última sesión de fotos de su vida fue en una de ellas. Por aquella época, en 1962, Marilyn pensaba que merecía más prestigio y caché de los que recibía, así que se le ocurrió una idea para captar la atención de la Fox. Ella propuso a Lawrence Schiller una sesión en una piscina en la que entraría en el agua en traje de baño y saldría sin él. Sabemos que poco tiempo después la actriz murió, así que su sonrisa en la foto es de una alegría forzada, una casi alegría».
Los publicistas saben hacer uso de este subconsciente y son conscientes de que las piscinas también se presta a la broma: los Beatles terminaron en el agua en una sesión mítica que les hizo John Loengard en Miami Beach. También al juego y al guiño infantil: a Rita Hayworth la hacían posar con un flotador, a veces en forma de caballito o a veces con su nombre escrito. Las parejas de Hollywood eran más parejas si compartían tumbona y risas, como lo hicieron Steve McQueen y Neila Adams. Hasta Bette Davis lo hacía sentada en un trampolín. Hasta Bette Davis. Orquestadas o no las sonrisas estaban ahí, no importa si eran falsas, los norteamericanos son quienes llevan a gala el “Fíngelo hasta que lo consigas”
En definitiva, a veces la felicidad es una puesta en escena y que razón tiene. En el imaginario de todos nosotros las piscinas se asocian a la frescura y al bienestar; de ahí que todos tengamos una foto en una piscina igual que en Navidad la tenemos delante del árbol. .
Espero que podamos disfrutar pronto de estas piscinas alegres, porque estamos deseando que llegue la temporada de baño y es que; lo que nos ha quedado claro de este maravilloso artículo de Anabel Vázquez, es que “Las piscinas están aquí para hacerte feliz”
¡Que tengáis buena semana!
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