Cuando se trata de socializar, España tiene sus bares, Italia tiene sus piazzas e Islandia tiene sus piscinas al aire libre.
En una tarde de nieve en febrero, la piscina al aire libre en el West End de Reykjavik, estaba llena. Las risas y charlas llenaban el aire.
Este es lugar de encuentro en Islandia. En un país con luz mínima durante el largo y gris invierno, estas piscinas pueden ser la clave para la felicidad islandesa.
El entorno natural de Islandia, aunque impresionante, puede ser muy duro y desolador. La nieve, aguanieve y la lluvia saturan el ambiente durante el invierno en la isla, con una población de 332.000 personas, la mayoría concentradas alrededor de Reykjavik.
La una gran parte buscan resguardo, pero si están al aire libre, los encontrarás en las piscinas de agua caliente y jacuzzis de los que disponen casi cada barrio. Los turistas tienden a reunirse en la conocida Laguna Azul, pero si quieres encontrar a la gente del lugar, ve a una piscina de barrio.
A pesar de la dureza del clima, Islandia se encuentra a menudo entre los tres primeros países más felices del mundo. Esta cultura única ha atraído el interés de los investigadores de la Universidad de Islandia, incluyendo el folclorista Valdimar Hafstein, quien junto a sus colegas investigadores creen que las piscinas son una de las razones que lo explican.
«Si se piensa en salud y bienestar no sólo como una cuestión de salud física y no tener enfermedades, sino también los aspectos mentales y sociales, creo que el calor geotérmico y las piscinas comunitarias tienen mucho que ver con eso», dijo Hafstein. «Nos sentimos bien aquí. Conocemos a nuestros vecinos, nos encontramos con ellos en las piscinas. Se crea un buen ambiente, y uno se siente como en casa aquí».
En la década de los 50 y 60, Islandia pasó del calor alimentado por carbón a la energía geotérmica, aprovechando el poder de la actividad volcánica de la isla. La infraestructura permitió la construcción de piscinas comunitarias, que han roto barreras sociales desde entonces.
«Cuando nos encontramos en la piscina, charlamos, y eso es un espacio de libertad, donde estás a gusto para hablar con otras personas», dijo Hafstein. «Personas de todos los ámbitos van a la piscina, así que tienes, mezclados en el mismo jacuzzi a personas que viven en la zona, sea el profesor o el estudiante, el trabajador de la construcción o el hombre de negocios, el multimillonario o el vendedor de coches. Todos se reúnen».
Hay algunas reglas que observar. No hablar de cosas demasiado personales; mantenerse en cuestiones sociales. No darse la mano; un simple gesto basta. Y asegúrate de ducharte antes y después de entrar en la piscina. Los islandeses toman la higiene en la piscina muy en serio. De hecho, los extranjeros no siempre aceptan sin vergüenza la costumbre local de desnudarse absolutamente para el rito preliminar de un baño minucioso de la cabeza a los pies, con agua y jabón, a fin de extremar la higiene, porque el agua de las piscinas está clorada sólo ligeramente
La natación está profundamente arraigada en la cultura islandesa y el país cuenta con una piscina por cada 2.700 habitantes, una de las tasas más altas del mundo. A partir de los seis años, en el marco escolar, los niños practican natación varias veces a la semana, haciendo de ese deporte una rutina cotidiana.
De esta manera la piscina se instaló en el corazón de la vida islandesa, al igual que la sauna en Finlandia o el pub en Inglaterra.
Es por ello que el cierre de las piscinas debido al coronavirus representa un drama para los islandeses, fanáticos de la natación, que se ven privados de su ejercicio favorito y de un lugar de relación social. Ni siquiera las heladas de invierno impiden a los islandeses nadar al aire libre.
Las 134 piscinas municipales y otras piscinas de agua caliente, incluida la emblemática Laguna Azul, particularmente popular entre los turistas extranjeros, son un lugar de ejercicio, pero también forman un ágora, un espacio público de encuentro y vida social.
La gente va a estas piscinas «a reunirse, conversar y simplemente relajarse después de un duro día de trabajo» Ese es su gran secreto.
La semana pasada ya hablamos de las piscinas alegres, pero esto confirma que las piscinas nos aportan alegría, ganas de socializar con los demás, nos incitan a la risa a la charla y eso nos gusta muy mucho.
Lo que tenemos realmente claro, es que las piscinas nos aportan algo que está muy cotizado en el mundo y es ¡Felicidad!
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Espero que os haya gustado esta nueva entrada y que nos demos cuenta de que aquí lo tenemos todo para ser felices, buena comida, playas, buen tiempo, buena gente y sobre todo… ¡MUCHAS PISCINAS!
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