Existen otros sistemas más eficaces y menos peligroso, pero el cloro o hiploclorito sódico es el producto químico más utilizado para la desinfección del agua de piscinas y controlar los posibles riesgo sanitarios que se generan con la existencia de bacterias y hongos. La dosificación del cloro debe ser realizada, según obliga la normativa, de manera automática y constante, debido a accidentes o negligencias en momentos puntuales pueden producirse derrames de cloro tanto en el vaso de la piscina como en el ambiente. Las personas expuestas al cloro, los nadadores, los monitores de natación y personal de mantenimiento, pueden sufrir los efectos del cloro sobre su organismo. Según un estudio del Instituto Nacional de Seguridad e Higiene, el cloro, como gas irritante de las mucosas y del aparato respiratorio, «puede producir hiperreactividad bronquial en individuos susceptibles».
El primer síntoma de la exposición al cloro es la irritación de las mucosas oculares, de la nariz y de la garganta, que va en aumento hasta producir un dolor agudo. Esta irritación afecta también a las vías respiratorias inferiores, produciendo una tos refleja que puede provocar el vómito y en casos extremos edema pulmonar. Las exposiciones agudas a altas concentraciones pueden provocar inflamación en los pulmones con acumulación de líquido. Dichos síntomas pueden manifestarse de forma retardada hasta dos días después de la exposición al gas. El edema pulmonar se desarrolla más rápidamente en las personas que se hallaban realizando un trabajo más fuerte.
El Ministerio de Trabajo y Asunto Sociales recomienda una «correcta ventilación» de las instalaciones de modo que evite concentraciones de cloro en el ambiente, y que los responsables técnicos de las piscinas sigan «al pie de la letra la normativa existente sobre control del cloro libre y residual de las piscinas«.
Fuente: Internet
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